Abre la cartera y cuenta el número de tarjetas de crédito y débito que llevas. ¿Cuántas salen? La media española está en dos por habitante; casi noventa millones de unidades circulan dentro de nuestras fronteras.
En otros países con más aceptación del dinero de plástico, como Estados Unidos, la cifra se eleva a 3,2 per cápita. Es verdad que todavía abonamos muchos bienes y servicios en metálico, pero el uso de las tarjetas es mayoritario.
He aquí otro dato, tal vez más interesante: en pocos años es posible que la mayoría del dinero de plástico desaparezca, y el culpable de ello se lleva también en el bolso o el bolsillo. Hablamos, por supuesto, del teléfono móvil. De hecho, los ingredientes para dar el salto al pago con smartphone están sobre la mesa desde hace tiempo, aunque hasta ahora las iniciativas para impulsarlo han tenido una recepción más bien tibia. ¿Será 2015 el año de su despegue definitivo?
Los expertos coinciden en señalar que la fórmula más segura y extendida será el pago mediante NFC –siglas de Near Field Communication–, una tecnología que transmite información entre dispositivos separados por pocos milímetros. Varios bancos y operadores de telefonía han desarrollado servicios basados en NFC, aunque con despliegues muy limitados. El apoyo de las compañías Apple, Samsung y Google, que han creado plataformas exclusivas junto a grandes entidades financieras y emisoras de tarjetas de crédito, podría suponer el espaldarazo definitivo a este procedimiento.
Su funcionamiento es muy sencillo. El dependiente registra la compra de modo normal, pero a la hora de pagar, acercamos el móvil al lector. Automáticamente se abre una aplicación, conocida como cartera digital, que permite escoger la tarjeta. Una vez hecha la elección, la operación se valida con la huella dactilar o introduciendo una contraseña. El teléfono envía el código necesario para la transacción y el datáfono transmite al banco la señal para que realice la transferencia o el adeudo en la cuenta de crédito.
Además de la comodidad de no tener que rebuscar en la cartera para encontrar la dichosa tarjeta, este procedimiento ofrece una ventaja importante sobre el pago tradicional: nuestro dispositivo guarda una réplica cifrada de la tarjeta de crédito o débito, pero no envía el número de la misma, sino un identificador válido para un solo pago. Esto es lo que se conoce, en inglés, como host card emulation.
Se trata de un detalle fundamental, ya que evita el riesgo de que intercepten y dupliquen el número de nuestra tarjeta o de que alguien con malas intenciones use un lector cercano para engañar al teléfono. Hoy, por cada cien euros gastados con dinero de plástico, los bancos pierden casi cinco céntimos debido al fraude, cifra que acaba repercutiendo en nuestros bolsillos mediante las comisiones que cobran a comerciantes por el uso de los datáfonos.
Más información sobre el tema en el dossier ¡Lo pagarás con el móvil!, escrito por Ángel Jiménez de Luis. Puedes leerlo en el número 412 de Muy Interesante (septiembre 2015).
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